WASHINGTON.- El período de “relaciones carnales” con Washington que lideró Carlos Menem durante los 90 está a punto de ser eclipsado. La relación entre la Argentina y Estados Unidos inaugurará este lunes con la jura de Donald Trump una etapa inédita en sus más de 200 años de historia: Trump y el Presidente Javier Milei tienen una afinidad singular, nunca vista, que Milei espera capitalizar al máximo con su política de alineamiento total con la primera potencia global.
Trump compartía con Mauricio Macri un pasado empresario y de negocios comunes de varias décadas, y la particularidad de que ambos dieron el salto a la política y llegaron a lo más alto del poder. Pero con Milei comparte un estilo, una visión, un guion y una misma filosofía disruptiva: dos “outsiders” contra el establishment –o “la casta”–, amos y señores de las redes, propensos a atacar a sus rivales, al socialismo, a la agenda “woke”, a la prensa o a cualquiera que se cruce en su camino, dividiendo aguas entre leales y enemigos. Así y todo, resta ver hasta qué grado esa afinidad se traduce en beneficios concretos para la Argentina. Simpatías de lado, Trump y Milei tienen diferencias ideológicas sustanciales, incluida una central: el comercio. Y la agenda de la Argentina –y de América latina, en general– ha estado lejos de ser un interés prioritario para Estados Unidos.
En Washington reina el optimismo respecto del futuro de la relación bilateral. Milei es uno de los pocos jefes de Estado invitados a la asunción de Trump, y se codeará durante tres días en varios eventos con todo el universo trumpista en su momento de mayor plenitud, tal como ocurrió en su reciente visita a Mar-a-Lago. Un puntapié auspicioso.
Al tope de la lista de Milei aparece el nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El Gobierno busca un respaldo de Trump para obtener concesiones en el board del Fondo, algo que Trump ya le dio en su momento a Macri, y ayudó a liberar el mayor préstamo en la historia del organismo por 57.000 millones de dólares pese a los reparos de los socios europeos.
“Es un economista serio y muy bien formado. Si uno se sienta a hablar con él unos minutos, tiene ideas muy claras sobre el desarrollo económico y está haciendo cosas muy necesarias para reestructurar la dirección de la economía argentina de una manera muy positiva”, lo elogió esta semana Marco Rubio, futuro secretario de Estado de Trump, en su audiencia de confirmación en el Senado. Rubio viajó a la jura de Milei, y ambos se cruzarán ahora de nuevo en Washington.
Fricciones
Un personaje muy cercano a Rubio que trabajó en el préstamo a Macri regresa ahora con Trump: Mauricio Claver-Carone, designado para ser enviado Especial para América latina del Departamento de Estado, una suerte de “zar” para la región. Claver-Carone era el representante de Estados Unidos ante el Fondo cuando se aprobó el préstamo de Macri, y luego pasó por la Casa Blanca y la presidencia del BID. Allí forjó una profunda enemistad con una figura clave del gobierno de Milei: el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, a quien siempre responsabilizó por su salida del banco. A mediados del año anterior, Claver-Carone desparramó críticas al programa económico de Milei en una entrevista con El Observador, dijo que Milei gobernaba con “políticas peronistas”, lo acusó de gastar reservas y de anidar el atraso cambiario –la espina más larga en la discusión con el Fondo– y hasta puso en duda la cercanía de Trump con Milei.
Con todo, en Washington esperan que el frente con el Fondo se despeje rápidamente para abrir el camino a una amplificación y una mejora del vínculo bilateral. La incógnita es la cifra del próximo cheque.
Milei es el aliado más fuerte de Trump en la región, un “doble” devenido en referente global de la derecha que adoptó su eslogan, y que además ha suscitado una atención mediática inédita en Estados Unidos para un presidente del sur. Trump, a su vez, adoptó la “motosierra” de Milei con su proyecto de reforma del Estado que comandan Elon Musk y Vivek Ramaswamy, otro multimillonario del universo tecnológico. Un eventual fracaso de Milei sería rápidamente extrapolado a la discusión política en Estados Unidos, en detrimento de Trump.
Musk, virtual presidente en las sombras y asesor todoterreno de Trump, tiene además su propio vínculo con Milei, y ya ha dicho que está mirando activamente cómo invertir en la Argentina. Estados Unidos ha mostrado interés en el litio y el gas, una agenda estratégica que abrió Biden y que Trump podría continuar. Claver-Carone, que en su interregno lejos del poder abrió un fondo de inversión en Miami enfocado en infraestructura y energía, escribió en Americas Quaterly que la visión de Trump es “hacer crecer a las Américas de nuevo”.
Limitantes
Pero difícilmente la renovada sintonía en la relación llegue a materializar uno de los grandes objetivos de Milei: cerrar un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. Trump ha prometido proteger la industria nacional norteamericana redoblando su política de aranceles a las importaciones, aun a costa de una mayor inflación. Ni siquiera la amistad con Macri impidió que Trump le bajara la persiana al biodiésel o al acero argentino durante su primer mandato. Y aun cuando Estados Unidos tiene un amplio superávit comercial con la Argentina, nada sugiere, de momento, que la afinidad de Milei con Trump pueda llegar a redundar en réditos para el país en el comercio bilateral.
Gonzalo Paz, profesor de la Universidad Georgetown, dijo que el desafío de la relación será “estar a la altura de los deseos y posibilidades”, y ambos gobiernos deberán hacer un “esfuerzo sostenido” por un largo tiempo para transformar las potencialidades en realidades.
China es una obsesión de republicanos y demócratas, y un tema que desvela particularmente a Rubio. Su ascenso a jefe diplomático de Estados Unidos despertó la expectativa de una mayor atención a la región, sobre todo a los regímenes de Cuba –el país de origen de la familia de Rubio–, Venezuela y Nicaragua. Pero Rubio deberá atender otras prioridades, empezando por la guerra en Ucrania, que Trump quiere terminar, y la implementación del acuerdo de cese al fuego entre Israel y Hamas en la Franja de Gaza. El actual secretario de Estado, Antony Blinken, viajó más a Medio Oriente durante el último año que a cualquier otra parte del planeta.
El acercamiento de Milei a China difícilmente descarrile la relación. Trump ya habló con Xi Jinping antes de asumir, y mantuvo una relación cordial pese a la guerra comercial que abrió con sus aranceles en su primera administración. A Estados Unidos le preocupa mucho el avance de China en áreas estratégicas como la Hidrovía o la red 5G, y, especialmente, cualquier indicio de presencia militar, como ocurre con la estación espacial en Neuquén. Pero Milei ya brindó una señal clara con la compra de aviones F-16, y nada indica que su pragmatismo para llevar la relación con Pekín llegue al punto de tironear el vínculo con Washington.