BRASILIA.- El gobierno del presidente brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, empezó 2025 preparado para una segunda mitad de mandato que se avizora compleja. Con una economía con perspectivas de desaceleración y la popularidad en caída, cada vez surgen más dudas sobre la fortaleza del Ejecutivo para afrontar los próximos dos años y, en 2026, intentar la reelección.
En medio de las dificultades, Lula promovió esta semana un cambio clave en la comunicación oficial. Guiado por el entendimiento de que uno de los principales problemas de la gestión es una “comunicación deficiente”, Sidonio Palmeira, un experto publicitario que trabajó con Lula en la campaña de 2022, asumió como ministro jefe de la Secretaría de comunicación social.
“Nuestro país volvió a ser respetado por el mundo. Pero ese trabajo no está siendo percibido por la población, no consigue ver las virtudes del gobierno», dijo Palmeira al asumir formalmente el cargo, al reemplazar al diputado del Partido de los Trabajadores (PT) Paulo Pimenta.
El cambio llegó en una semana turbulenta para el gobierno, que se vio obligado a retroceder en una norma que apuntaba a aumentar la fiscalización de las transferencias a través del Pix, el popular sistema de pagos y transferencias vía código QR. La oposición bolsonarista agitó en las redes que el gobierno buscaba introducir nuevos impuestos, y ante la repercusión negativa el Ejecutivo terminó dando marcha atrás.
“El gobierno enfrenta una oposición cada vez más fuerte y capaz de desafiarlo. Mientras estas noticias dominan los titulares, las iniciativas del gobierno y su propia agenda terminan quedando en segundo plano. Está perdiendo la batalla por la atención del elector», dijo a LA NACION Paulo Calmon, politólogo de la Universidad de Brasilia.
La primera mitad del tercer mandato de Lula, quien asumió el 1 de enero de 2023, concluyó en diciembre pasado surcada por dificultades que fueron desde la crisis de confianza del mercado y una consecuente corrida al dólar hasta las dudas sobre la deteriorada salud del mandatario, quien en octubre cumplirá 80 años.
La desaprobación del presidente alcanzó el nivel más alto de su mandato en diciembre, según una encuesta de la consultora Atlas Intel: llegó a 49,8%, superior del 47,3% reportado el mes anterior.
Para Leandro Cosentino, profesor de ciencias políticas del Insper de San Pablo, se trata del “peor momento político” de Lula como presidente -quien antes presidió Brasil entre 2003 y 2010- desde el escándalo de corrupción del mensalão en 2005. “Hay cuestiones que van desde una mala comunicación hasta problemas estructurales desde el punto de vista de un gobierno que no logra tener un compromiso serio con la responsabilidad fiscal, y esto afecta la imagen que proyecta para la economía en su conjunto», señaló.
Números inquietantes
Los números respaldan la preocupación. Según una proyección del banco de inversiones BTG Pactual, Brasil tendrá este año el segundo mayor déficit nominal del mundo, sensiblemente por arriba de los emergentes y perdiendo sólo con Bolivia. Saltará de 7,8% del PBI en 2024 a 8,6% este año, de acuerdo con el informe publicado esta semana.
Ante tipos de interés altos definidos por el Banco Central brasileño autónomo -hoy en 9,48% cuando se descuenta la inflación- y la desconfianza del mercado por el rumbo de las cuentas públicas, la economía debe mantener un ritmo lento en la segunda mitad de este año y en 2026.
El real perdió 21,8% de su valor frente al dólar en 2024, entre las peores monedas del planeta. Sumado a eso, el presidente electo Donald Trump se prepara para asumir este lunes la Casa Blanca con la posibilidad de que promueva un proteccionismo global que impacte en el crecimiento de los emergentes.
“El gobierno cometió algunos errores estratégicos, especialmente en la implementación de la agenda económica y está pagando caro por ello», explicó Calmon. “No podrá usar gastos indiscriminados para buscar la reelección. Está cercado por una oposición fuerte del mercado y en el campo político», agregó.
Mauricio Santoro, profesor del Centro de Estudios Político-Estratégicos de la Marina de Brasil, cree que el tercer mandato de Lula ha sido hasta el momento “un gobierno más difícil que los dos primeros”.
“La década de 2000 era un momento muy bueno para la economía global, no había ningún comunicador en la política mejor que Lula y el Congreso no era tan fuerte como ahora. Este es un escenario mucho más complicado, en el que el presidente ha tenido dificultad para adaptarse», explicó Santoro.
El Palacio del Planalto prepara una reforma ministerial con la que busca conquistar gobernabilidad y fortalecer su base en el Congreso, entregando más espacio a políticos del denominado centrão. Los cambios se producirían la primera semana de febrero, luego de la elección de los nuevos presidentes de Diputados y el Senado.
El movimiento busca fortalecer alianzas que pavimenten la agenda del gobierno en el Congreso y trabajen para la reelección de Lula o su delfín en 2026, ante un escenario que presenta nombres fuertes en la oposición como el del gobernador de San Pablo, Tarcísio de Freitas.
“Brasil tiene un gobierno que mira por el espejo retrovisor, revisita políticas públicas que ya tuvieron su papel o mira hacia la gestión del expresidente Jair Bolsonaro para culparlo por todo», señaló Cosentino.
“Si el gobierno continúa mirando solo hacia sectores de la izquierda y componiendo ministerios con el PT y la izquierda que no entrega votos para mantener la gobernabilidad y garantizar la reelección, va a tener dificultades para reelegirse“, advirtió, al ponderar que la suerte de los cambios ministeriales puede ser decisiva para el futuro electoral del oficialismo.
