Una alimentación baja en vitaminas y minerales puede afectar la salud del cerebro, ya que este órgano necesita de nutrientes esenciales obtenidos a través de la alimentación para funcionar de manera adecuada, señala el Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo Noguchi (INSM HD-HN) del Ministerio de Salud (Minsa).
La salud cerebral es fundamental para garantizar un desarrollo integral y una buena calidad de vida a lo largo de los años. El cerebro, como órgano central de nuestro cuerpo, coordina funciones vitales, regula emociones y se encarga de procesos tan complejos como la memoria y el aprendizaje.
Por eso mantener un cerebro sano no solo influye en nuestras capacidades cognitivas, sino también en la forma en que nos relacionamos con el entorno. Dentro de los nutrientes esenciales para el cerebro, la vitamina B12 y el zinc destacan por su contribución al fortalecimiento de la memoria y el aprendizaje.
La vitamina B12 mejora la memoria
La vitamina B12, también conocida como cobalamina, juega un papel crucial en la función neurológica y cognitiva. Este nutriente esencial participa en la formación de mielina, una capa protectora que recubre las fibras nerviosas y facilita la rápida transmisión de impulsos eléctricos entre las neuronas. La mielina es clave para el mantenimiento de una memoria ágil y eficiente.
Además, la vitamina B12 interviene en la síntesis de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, que influyen directamente en nuestra capacidad de concentración, estado de ánimo y retención de información. Una deficiencia de vitamina B12 puede provocar síntomas como confusión, dificultades para recordar datos o eventos recientes, y en casos más severos, trastornos neurológicos. Por ello, consumir alimentos ricos en esta vitamina, como carnes, pescados, huevos y productos lácteos, es indispensable para mantener en buen estado las funciones cognitivas, especialmente con el envejecimiento.
El zinc favorece la memoria y el aprendizaje
El zinc es un mineral esencial que desempeña un rol destacado en las conexiones entre neuronas, conocidas como sinapsis. Este proceso neuroquímico es vital para el aprendizaje y para consolidar información en la memoria a largo plazo. El zinc actúa regulando la actividad de los receptores NMDA, que son fundamentales para la plasticidad sináptica, es decir, la capacidad del cerebro para adaptarse y formar nuevas conexiones, un aspecto clave para el aprendizaje y la memoria.
El zinc también tiene propiedades antioxidantes que protegen al cerebro del daño oxidativo, uno de los principales factores asociados al deterioro cognitivo y las enfermedades neurodegenerativas. Además, niveles adecuados de zinc apoyan el correcto funcionamiento del hipocampo, la región del cerebro responsable de procesar la información nueva y almacenarla como memoria. Este mineral puede encontrarse en alimentos como mariscos, carne roja, nueces, semillas, legumbres y cereales integrales, lo que facilita su incorporación en la dieta diaria.
Importancia de la memoria y el aprendizaje para la salud cerebral
La memoria y el aprendizaje son pilares esenciales para nuestra adaptación al entorno, el desarrollo personal y la productividad. La memoria nos permite almacenar y recuperar información, mientras que el aprendizaje posibilita adquirir nuevos conocimientos y habilidades. Juntos, estos procesos determinan la manera en que interactuamos con el mundo, tomamos decisiones, resolvemos problemas y conservamos nuestras experiencias de vida.
A medida que envejecemos, la memoria y el aprendizaje son funciones que pueden verse afectadas por el paso del tiempo o por hábitos poco saludables. Sin embargo, una dieta nutritiva y equilibrada, que incluya vitamina B12 y zinc, es una medida preventiva y efectiva para fortalecer el cerebro y mitigar esos efectos. Estos nutrientes no solo optimizan las capacidades cognitivas, sino que también contribuyen a un cerebro más saludable y resiliente, capaz de mantenerse activo en cualquier etapa de la vida.
En este sentido, priorizar alimentos ricos en vitamina B12 y zinc ayuda a garantizar el óptimo funcionamiento del cerebro, promoviendo una mejor memoria y una mayor capacidad de aprendizaje. Invertir en la salud cerebral desde temprana edad es una acción que rinde frutos a largo plazo, ampliando nuestro potencial cognitivo y mejorando nuestra calidad de vida.