CFK sigue dominando la agenda, con un interrogante: ¿existe real voluntad política de desplazarla?

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Acto kirchnerista en Parque Lezama. El banderazo iba a ser frente al departamento de CFK

Cristina Fernández de Kirchner sigue al tope del temario político -y de la agenda pública, en sentido más amplio- como efecto inicial de su prisión domiciliaria. No es el motor de protagonismo que hubiera preferido, pero la condena en una causa por corrupción de alguien que ejerció dos veces la presidencia tiene naturalmente alto y persistente impacto mediático. La cuestión, en términos políticos, es otra: el kirchnerismo busca aprovechar la situación al máximo y, hasta ahora, el interrogante es si en la otra vereda existe real voluntad de colocar las piezas en su lugar y desplazarla del juego de poder.

 A partir del sacudón provocado por el fallo de la Corte Suprema, “centralidad” es el término más gastado para describir el lugar de la ex presidente. Por lo pronto, desde Olivos navegan entre la intención de sostenerla como “enemigo” excluyente y la preocupación por los días que transcurren sin poder imponer un tema significativo, algo asociado ligeramente a la lógica de debilidad o fortaleza. Y eso resulta más relevante porque el movimiento de CFK alcanza para contener de momento las internas del peronismo, con el agregado de una especie de bajo perfil y hasta silencio en otros espacios. Llamativo frente al contrapunto entre la épica K de la “proscripción” y el escarnio de la ex presidente, especialmente en redes sociales y con fuerte trazo mileista.

 Frente a ese cuadro, el kirchnerismo operó con rapidez y sentido obvio. En el discurso, sostuvo la figura de la ex presidente como víctima de persecución político-judicial, aunque trató de evitar que pudiera ser interpretado como una actitud apenas defensiva, con tono de derrota. Al revés, utilizó la condena firme para intentar revertir el cuadro de liderazgo en crisis, exhibido en capítulos anteriores como su coronación al frente del PJ -cargo despreciado por ella misma- y la frustrada candidatura a diputada provincial por la tercera sección electoral de Buenos Aires.

 Al menos hasta las elecciones de la provincia, en septiembre, y los comicios nacionales, en octubre, seguramente estará a la vista la tensa convivencia entre quienes sólo suscriben la consigna de la proscripción, en esta coyuntura, y el núcleo K que apuesta a consolidar la jefatura política desde el departamento de San José al 1100. En otras palabras: se verá si se trata o no de un proceso de final de ciclo. En lo inmediato, el foco está puesto en la pulseada bonaerense, que combina relaciones sin retorno -entre Axel Kicillof y Máximo Kirchner-, pragmatismo para no despreciar la franja de votantes que mantiene CFK y apuesta a la unidad, compartida también por el massismo, además de los cálculos de los intendentes, especialmente del GBA.

 Hasta el momento, Olivos mostró cautela. Una actitud que, de entrada, estuvo vinculada a la necesidad de tomar distancia del clima que venía envolviendo a la decisión judicial, habida cuenta de las especulaciones sobre la apuesta a confrontar con CFK como candidata, trasladada como mensaje a la Corte por distintas vías. Esos trascendidos generaron malestar y descalificaciones desde el Gobierno y sus redes, a pesar de que las versiones fueron alimentadas desde la cercanía del Presidente.

 Esa página quedó atrás rápidamente. CFK juega al límite con las restricciones de la prisión domiciliaria. Ya está a la vista una especie de nueva fase de mensajes que, en estos días de muy alta exposición, potencian su intención de mantenerse como contrafigura de Milei y de los integrantes más destacados de su gabinete, con Luis Caputo en primera línea y últimamente, otra vez con cargas sobre Patricia Bullrich.

 El Presidente expuso un mensaje que, como línea central, estuvo dirigido a dar por cerrado el ciclo de CFK. Eso, como parte de un discurso que al mismo tiempo la coloca en la mira. Parece una etapa para medir la estrategia, algo que por supuesto tiene un desafío crucial en el corto plazo: la elección bonaerense, es decir, la batalla en simultáneo con CFK y Kicillof. Antes, claro, se anota el desenlace de las negociaciones con el PRO, tal vez además con una franja de la UCR.

Javier Milei junto a Luis Petri, en el acto por el Día de la Bandera

 El punto, como dato llamativo en el micromundo de la política, es que esas conversaciones -las públicas- entre LLA y el PRO fueron suspendidas esta semana. El oleaje del caso de CFK fue mencionado como motivo del aplazamiento de la nueva cita entre el operador libertario Sebastián Pareja y el triángulo negociador que integran Cristian Ritondo, Diego Santilli y Guillermo Montenegro. Por supuesto, los contactos no están cerrados, pero la foto fue postergada.

 El contexto más amplio de esa relación sigue siendo incierto. Milei volvió a dedicarle párrafos ácidos a Mauricio Macri en el marco de una entrevista que tuvo como frases para el título las referencias a CFK. El ruido por la ex presidente también tapó las críticas a la gestión nacional -algunas económicas, pero sobre todo políticas- desplegadas en un documento de la Fundación Pensar.

 El tema de los acuerdos, al menos legislativos y sin descuidar a los gobernadores, asoma como una cuestión abierta y de arrastre para el oficialismo. Y ahora aparece con una asignatura de mayor gravitación en el camino de “recuperar” el manejo de la agenda política. Pesan las necesidades propias y las movidas ajenas, con distinto grado de alcance en la heterogénea franja opositora.

 En los días previos a la ratificación de la condena de la ex presidente, el temario político anotaba como un renglón principal el plan “Dólares del colchón”. Una medida que vino muy conversada y muchas veces anticipada, que requiere para apostar a la confianza pública dos elementos de entrada: el apoyo de gobernadores, aún incompleto, y la aprobación sin mucha demora del proyecto que modifica aspectos centrales de leyes tributarias, en especial los que hacen a la categoría de evasión y a las prescripciones.

 El oficialismo no avanzó hasta el momento con el trámite del plenario de comisiones de Diputados para abordar esa iniciativa. Le cuesta lograr número para contar con dictamen. Y cumplido ese paso, es un interrogante que pasaría en el recinto. El ejercicio para lograr avances requiere acuerdos con aliados y dialoguistas. Ese tejido sería crucial además frente a los proyectos de recomposición de jubilaciones y sistema nacional de discapacidad. Con impulso opositor más duro y algunos acompañamientos que encendieron alarmas en el Gobierno, los textos fueron votados en el Cámara baja y esperan turno en el Senado, tal vez para fin de mes. Una pulseada difícil que, en caso de éxito opositor, pondrá otra vez a prueba al oficialismo: garantizar blindaje legislativo para el veto que prometió Milei.

 En cualquier caso, serán vitales para Olivos las conversaciones con los jefes provinciales. En una movida opacada también por el tema CFK, Guillermo Francos recibió a una especie de delegación de gobernadores, que ratificaron los planteos de conjunto en el marco de la baja de fondos por coparticipación federal. Están expuestos en la demanda desde el reparto de fondos discrecionales hasta la coparticipación de rubros del impuesto a los combustibles. El lunes, los gobernadores volverán a reunirse en el CFI y es posible que vuelva a registrarse asistencia total.

 Con ese cortinado de fondo, resulta claro que “recuperar” la iniciativa o manejar la agenda requiere ejercicio efectivo, además de discurso. No parece que alcance con tratar de reanimar el Consejo de Mayo, convocado después de casi un año para su primer encuentro, la semana que viene.

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