Antecedentes, curiosidades y orígenes de las “Batallas de los sexos” en el tenis

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Nick Kyrgios y Aryna Sabalenka durante la reciente

Hace algunos años John McEnroe, uno de los íconos en la historia del tenis mundial, no pudo guardar las apariencias y soltó: “Si jugara con hombres, Serena ocuparía el puesto 700 en el ranking masculino. Y no me voy a disculpar con Serena”.

Sin importar dichos ni antecedentes, el negocio de las exhibiciones en el tenis insiste y volvió a enfrentar, red de por medio, a una mujer (la N° 1 Aryna Sabalenka) contra un hombre (Nick “juego cuando quiero” Kyrgios), esta vez en Dubai.

Más allá de los intentos y justificaciones de este tipo de competencias, el comienzo de estas llamadas “Batallas de los sexos” en el deporte blanco no sólo respondió a una curiosidad deportiva, sino que fue la respuesta y el reflejo de una época creciente en una discusión social más amplia. Eran años de transformaciones, de reivindicaciones de igualdad y de derechos, que fueron mezclados hábilmente con provocación, espectáculo, dinero y las apuestas por un tenista fuera de competencia, pero un virtuoso y creativo en estas lides.

Bobby Riggs (The Grosby Group)

Con más de 50 años, Bobby Riggs, de él se trata, entendía el negocio del espectáculo como pocos y sabía muy bien que el escándalo vende, que la provocación genera dinero y que el deporte puede ser un medio para concretarlo, por eso fue él quien comenzó esta historia. Campeón de Wimbledon y del US Open en los años ‘30 y ‘40, ya era un tenista retirado a comienzo de la década del ’70.

Dos años antes, el tenis había comenzado a profesionalizarse en una transformación profunda con el inicio de lo que fue y es conocido como “La Era Abierta”. En medio de esa convulsión, las mujeres, encabezadas por Billie Jean King, empezaron a exigir premios, respeto profesional e igualdad de trato como los hombres. El circuito femenino continuaba siendo amateur y era menospreciado por dirigentes y organizadores. Ese contexto le permitió a Riggs comenzar a desarrollar una idea-negocio que, además, lo dejaría en la historia, mucho más que por su trayectoria como jugador. Públicamente, salió a confrontar las acciones y reclamos de las mujeres y declaró públicamente que el tenis femenino era inferior y que ninguna podía competir contra un hombre. “Hasta un tenista retirado como yo puede ganarle a cualquiera de las mejores del mundo, con una pierna y después de una siesta”, empezó a mofarse en cada lugar en el que conseguía el espacio. Su idea era simple, el señuelo había sido lanzado, faltaba que alguien mordiera el anzuelo para que apareciera el negocio.

Billie Jean King (The Grosby Group)

Bobby tenía una mirada superadora y desafiaba a la suerte permanentemente. Conocido por su afición a las apuestas en carreras de caballos, cartas o competencia que se le cruzara, pensó en aventurarse en una competencia por conveniencia económica, dentro y fuera del deporte.

Margaret Court, N° 1 del mundo en ese momento, se cansó de las payasadas de Riggs y aceptó el desafío, que se llevó a cabo el 13 mayo de 1973, en California, al aire libre. Acudió mucho público, entre ellos muchas figuras del espectáculo, y fue la atracción para los medios, algo que no pudo llevar con facilidad la australiana, pero sí el ex N° 1, quien terminó venciendo por 6-2 y 6-1, en lo que fue conocido como “La Masacre del Día de la Madre”.

Las alarmas comenzaron a sonar en los círculos más íntimos del circuito femenino, igual que la solicitud a Billie Jean King de que fuera ella quien confronte a Riggs, en un segundo match. Si bien la estadounidense no tenía intenciones de jugar ese partido, posteriormente comentaría que lo hizo porque interpretó que si otra mujer volvía a perder el daño simbólico para el tenis femenino iba a ser muy grande. “Si yo perdía, íbamos a retroceder 50 años”, confesaría después del partido que la puso cara a cara con Bobby, aquel 20 de septiembre de 1973, en el Astrodome de Houston, con más de 30 mil personas y muchos millones más a través de la televisión.

Martina Navratilova (Foto Reuters/Andrew Boyers)

Pero para Riggs esto no funcionó sólo como una simple exhibición de talento, esto era negocio, dentro y fuera de la cancha. La sobriedad de Billie Jean contrastó con el ingreso estridente de su rival, quien apareció escoltado por modelos y luciendo una bata.

Esta vez el triunfo fue de las mujeres, por 6-4, 6-3 y 6-3, lo que fortaleció la lucha de Billie Jean King y el resto de las tenistas, pero que terminó derivando en fraude por una sospecha de que Bobby Riggs había apostado en su propia derrota. A pesar de que él lo negó rotundamente, testimonios que alimentaron la versión.

Connors vs. Navratilova, el orgullo y la letra chica

Dos pesos pesados, Jimmy Connors (39 años) y Martina Navratilova (35) eran dos leyendas vivas que todavía estaban competitivas, cuando llegaron para enfrentarse en el Caesars Palace de Las Vegas, el 25 de septiembre de 1992. Ya no existía una cruzada social explícita ni reivindicaciones de igualdad, allí estaba en juego el ego, la competencia y, por qué no, el dinero. “No es una cuestión de hombres contra mujeres, es Jimmy contra Martina”, lo dejaba en claro Navratilova.

La letra chica del contrato consensuado decía que el match se jugaría sobre una superficie rápida, con un único servicio por turno de saque para Connors y con medidas diferenciadas del ancho de la cancha en favor de Navratilova (ella jugaría con cancha de singles, mientras que Jimbo le agregaría medio callejón de las paralelas del dobles a cada lateral). Cada concesión estuvo acordada y pensada para equilibrar fuerzas y mantener el interés del público.

De todas maneras, el partido fue tenso en el juego, sobre todo del primer set, pero relajado en los cambios de lado. Mientras Martina permanecía concentrada, Vitas Gerulaitis, tenista y amigo de Jimbo, aprovechaba los descansos para abrir una botella de espumante y brindar sentado al lado de Connors. A pesar de ello, Jimmy aclararía: “No vine acá para perder contra nadie” y pareció medir los momentos en los que apretar para cerrar. Por eso, quebró el saque de Martina en cero, para terminar el primer parcial, pero en el segundo la marcada diferencia en favor de Connors, le dio la victoria por 7-5 y 6-2.

Años más tarde, el predominio del tenis femenino empezaba a quedar en manos de dos jóvenes hermanas. Potentes, incansables, dominantes y destinadas a cambiar algunas técnicas del tenis, Venus (17 años) y Serena (16) podían ellas podían vencer a cualquier jugador por fuera del Top 200. Y Karsten Braasch les dio el gusto de que lo intentaran. Durante el Australian Open del ’98, el alemán, 203 del mundo, con un cigarrillo en la mano y arrojando una lata de cerveza en el tacho de basura, aceptó el desafío. “Vamos a jugar”, dijo casi como una broma.

Producto de la época, el tono del desafío fue más liviano, sin demasiada solemnidad, casi irreverente y a un set. Braasch, de 30 años, primero enfrentó a la menor de las Williams, Serena, y fue lapidario con el 6-1 a su favor. Después le tocó el turno a Venus, que apenas pudo hacer un game más que su hermana y perdió 6-2.

Para subirle el tono al resultado, Karsten se fue diciendo que había jugado “como si fuera un entrenamiento”. Reconociendo limitaciones, las pretensiones de las hermanas retrocedieron, pero no tanto, y sus declaraciones buscaron desafiar a jugadores más allá del puesto 350 del ranking masculino.

Años más tarde, y cerca del retiro, Serena Williams reconoció que el juego de hombres y mujeres es diferente y que si ella hubiese aceptado jugar ante Andy Murray, el británico le hubiese ganado por “6-0 y 6-0 en unos cinco minutos, tal vez 10”.

A pesar de las diferencias físicas, los enfrentamientos entre mujeres y hombres tiene su público y sigue generando un espectáculo atractivo, sin buscar nada, sólo pasar un momento entretenido viendo tenis de alto nivel.

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