Las señales que marcan a 2025 como un año en el que se profundizan los riesgos para la democracia global

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PARÍS-. Todos los indicadores de la democracia están en rojo. Y los próximos 12 meses no se anuncian mucho mejor. Sobre todo con el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca. Las amenazas podrían, incluso, volverse más frecuentes y más elaboradas.

Enferma, fragilizada, maltratada, amenazada… Los sombríos calificativos se acumulan en el horizonte de la democracia. Triunfante después de la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética, el futuro del planeta se anunciaba democrático; 35 años después, ese ha dejado de ser el modelo en gran parte del mundo.

El año pasado se anunciaba como un test que vio la mitad de la población mundial invitada a las urnas. De Europa a Estados Unidos, de Rusia a la India, los resultados electorales dejaron aparecer grietas, fracturas y rupturas de la relación entre el pueblo y el poder. Los síntomas son numerosos: participación electoral cada vez menor, cuestionamiento de los resultados, violación de la integridad del proceso, apoyo a candidatos autocráticos, un “que se vayan todos” generalizado…

Más del 50% de la población mundial fue llamada a participar en elecciones de algún tipo en 2024..

En los últimos meses, muchos expertos y organizaciones señalaron esa crisis democrática. Uno de ellos fue el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA), organización intergubernamental basada en Estocolmo que, en su informe 2024, no usó pinzas. “La democracia prosigue su debilitamiento”, anota el documento, que señaló que el número de países donde ésta retrocede supera ampliamente aquellos donde progresa. Una tendencia profunda que comenzó en 2017 y, desde entonces, se confirma cada año.

El instituto sueco V-Dem (Variedades de democracia), centro de investigación independiente ubicado en el departamento de Ciencia Política de la Universidad de Gotemburgo que se ocupa de medir el número de democracias y autocracias en el mundo, no dice otra cosa. ¿Veredicto? A fines de 2023, el mundo había llegado a su nivel de…1985.

“Desde 2009, la parte de población que vive en autocracia es superior a aquella que se beneficia con un régimen democrático: ¡más del 70%!”, afirma su director, Staffan Lindberg. A su juicio, la reciente elección de Trump no hará más que confirmar la tendencia.

Donald Trump, luego de asumir por segunda vez como presidente de Estados Unidos. (AP/Matt Rourke)

“Es un autoproclamado dictador en potencia”, asegura, basándose en “las declaraciones que ha hecho, las cosas que trató de hacer durante su primer mandato, las que dijo que hará durante su segundo término y las que ya comenzó a hacer desde que llegó a la Casa Blanca”.

“Si puede transformar a Estados Unidos en una autocracia, lo hará. Y creo que puede. Y eso afectará no solo a Estados Unidos, sino que ya afecta a un centenar de otros países en el mundo. Una de las cosas que ya hizo fue suspender la ayuda extrajera de su país, sobre todo para el apoyo de la democracia a través de una serie de programas. Pero, además, todo dictador en potencia, todo autócrata ya en el poder sabe ahora que con Trump presidente, Estados Unidos no le pedirá cuentas si se interna en el camino de la autocratización. Trump ama los líderes fuertes, que aplican políticas duras”, analiza.

Otra constatación que oscurece aun más las perspectivas: de 60 Estados lanzados en un cambio de régimen, 42 optaron por la vía de la autocratización. Récord desde 1900. “Es peor que en los años 30″, asegura Lindberg.

Esa tendencia tiene además una característica: que los nuevos autócratas han llegado al poder por vía democrática, mediante elecciones. Según los especialistas, el fenómeno comenzó poco antes de comienzos del siglo XXI, con Hugo Chávez en Venezuela o con Vladimir Putin en Rusia, que ni bien llegado al poder inició la transformación del país semidemocrática de 1994-1995 en una autocracia -lo cual tuvo un efecto casi automático en las demás exrepúblicas soviéticas- y prosiguió hasta la invasión ilegal de Ucrania en febrero de 2022.

El presidente ruso, Vladimir Putin, en un acto en San Petersburgo. (Kremlin/dpa)

Otros expertos concuerdan en que hubo una tercera ola de autocratización. La primera se produjo en los años 1920-1930, hasta la Segunda Guerra Mundial. La segunda en los años 1960-1970, con los partidos únicos y los regímenes militares. Hoy el mundo se encontraría en la tercera ola, a partir de fines de la década de 1990.

“Y esta vez, la marca de fábrica es que muchos de esos dirigentes son elegidos en el marco de elecciones relativamente democráticas gracias a un discurso populista, nacionalista y reaccionario. Esto vale también para Trump. Todos ellos son típicamente de extrema derecha. Y, una vez en el poder, comienzan a desmantelar la democracia, con frecuencia con un apoyo importante de los ciudadanos, engañados con una marea de desinformación, mentiras y teorías complotistas, que son la esencia de la retórica y los relatos populistas, nacionalistas, y que presentan a la oposición como enemigos de la nación. Así convencen a los ciudadanos de que un líder fuerte y su gente pueden salvar al país”, afirma Lindberg.

El semanario The Economist creó un “índice de la democracia” alimentado por alrededor de 60 criterios que permiten evaluar, en cerca de 170 Estados, el proceso electoral, la participación ciudadana, la cultura política, el funcionamiento de las instituciones o las libertades civiles. En su última clasificación -basada en la situación de 2023- la nota global se establecía en 5,23 contra 5,29 en 2022: el nivel más bajo desde 2006 “confirmando así una tendencia general a la regresión o el estancamiento en estos últimos años”, escribe la publicación.

Entre los puntos de inquietud ocupa un buen lugar la calidad y la solidez del proceso electoral. Las curvas estadísticas son abrumadoras: la tasa de participación no deja de reducirse -menos de diez puntos en 15 años, de 65,2% a 55,2% a nivel mundial- mientras que la negativa a aceptar el veredicto de las urnas aumenta en forma permanente y concierne hoy a más de un cuarto de las votaciones.

También hay expertos que prefieren señalar algunas “manchas de luz” en medio de la creciente inquietud. Por ejemplo que Polonia o Brasil hayan decidido salir de su deriva iliberal.

“Si, son manchas de luz, de bienvenidos cambios de situación. Y no solo en Polonia o Brasil. Antes sucedió con Zambia. También se puede mencionar a Moldavia e, incluso, a Corea del Sur en momentos del abortado intento de golpe de Estado. Sin embargo, a excepción de Brasil y de Polonia, esos países son relativamente pequeños”, señala el exembajador francés ante la ONU Gérard Araud.

Simpatizantes del destituido presidente surcoreano Yoon Suk Yeol gritan consignas durante un mitin para oponerse a su destitución, el 13 de enero de 2025, en Seúl. (AP/Lee Jin-man)

También hay grandes países que consiguen resistir. Sobre todo en Europa: Francia, donde la extrema derecha no consigue llegar al gobierno hace 23 años, o Alemania, cuyo Parlamento acaba de rechazar un proyecto de ley apoyado por la extrema derecha del AfD endureciendo la inmigración. Pero el AfD, la Reunión Nacional (RN) de Marine Le Pen o los Demócratas de Suecia -que apoyan la coalición de gobierno desde afuera- avanzan y obtienen muchas cosas.

“Sobre todo un debilitamiento del Estado de derecho. En consecuencia, la situación está lejos de ser color rosa”, concluye Araud.

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