Clásicos como Antígona, La Divina Comedia, El mercader de Venecia, Frankenstein y Ana Karenina pueden cumplir una función redentora y “hacer brillar la justicia”, proponen los autores de Derecho y literatura. La realidad de la justicia (Editorial de la Universidad Católica Argentina, $ 38.000), con ensayos reunidos por los doctores Siro M. A. De Martini y Félix Lamas (h.), fundadores de la cátedra de Derecho y Literatura en la Universidad Católica Argentina (UCA). En este acercamiento “la vía de entrada es la obra literaria”, como afirma Lamas en su introducción “Las letras clásicas y la realidad de lo justo. Aportes para una nueva forma de relación entre el derecho y la literatura”.
Los títulos y autores seleccionados (entre los que aparecen Jorge Luis Borges y Philip K. Dick, este último para abordar la cuestión del aborto) tienen una dimensión universal. “No solo son leíbles en Oriente u Occidente o comprensibles en diferentes esquinas del planeta, sino que en todos lados tienen un impacto que podríamos llamar existencial, aunque se trate de un cuento protagonizado por animales o de la historia de un amor no correspondido”, sostiene Lamas; el libro “surgió de forma natural y como fruto de una promesa”, dice a LA NACION.
“En 2006 fundamos en la Facultad de Derecho de la UCA la cátedra de Derecho y Literatura y hace ocho años tuvimos a un grupo de alumnos extraordinarios -recuerda el profesor y juez-. Ellos fueron la estructura fija de diversos proyectos de investigación sobre la materia y el núcleo del Centro de Derecho y Literatura que creamos, también en la UCA. El libro recoge algunas de las investigaciones de los últimos proyectos”.
Los ensayos no tienen un destinatario específico. “Sabemos que no es necesario que el lector sea jurista, pero sí es condición que tenga amor, o, al menos, cierto gusto por la literatura”.
La “escuela de juristas lectores” rechaza la idea instrumental de la literatura (“¿para qué sirve leer tal o cual libro?”). “A diferencia de lo que pasa en las corrientes de ‘Law and Literature’ que existen en otras universidades del mundo, nosotros somos, simplemente, juristas lectores -dice Lamas-. Seleccionamos obras que son, en algún sentido, clásicas y tocan temas centrales del derecho, como la venganza, el perdón, la injusticia, los límites de la ley humana, la rebelión ante la norma injusta y otros y luego realizamos una especie de inmersión en el libro, para experimentar el límite traspasado, la injusticia, la violación al orden natural”.
Los lectores acompañan esa inmersión. “La literatura que es verosímil, universal y recoge vivencias humanas nos da la posibilidad de tener lo que llamamos una ‘experiencia vicaria’, un percibir por otro. Cuando lo vivido, por ejemplo, es un crimen impune, la furia del lector y su impotencia son, para él, al mismo tiempo, una revelación. Las otras escuelas suelen utilizar la obra literaria como tópico de argumentación o como forma artística. Nosotros intentamos, simplemente, sumergirnos en ella”, explica Lamas.
Se habla de “realidad de la justicia” en el sentido de patencia. “La justicia se revela; los que hacen ficción son muchos de los teóricos del derecho, los doctrinarios, los tratadistas, incluso los legisladores. Pongamos, por ejemplo, una ley que establece que se es persona si se cumple un cierto tiempo de vida, como pasa hoy día en todo el mundo. Ante la existencia de una norma de ese tipo no solemos alterarnos demasiado, ni pensar demasiado en ello, ni siquiera los juristas. Ahora bien, si vivimos el miedo y el estupor con el protagonista de ‘Las prepersonas’, relato de Philip Dick, esa ley nos escandalizará y nos traspasará. Ese niño ‘sabe’ que recién a los doce años tendrá alma, porque la ley así lo establece. Hasta el día de ese cumpleaños puede venir a buscarlo un camión estatal que lo hará desaparecer. Él, a los once, se siente humano, pero la ley es clara y hasta su madre la respeta sin objeciones. No solamente tiene miedo, sino que se rebela ante la el escándalo de una regla de los hombres que quiere crear la realidad en lugar de respetarla”.
El primer grupo del volumen está formado por trabajos de Lucía María Traverso, Guillermina Federik, Tomás Migliore y Juana Ocantos Bernárdez. Sus artículos tratan sobre la justicia y la pena en La Divina Comedia; el perdón y la Justicia en Ana Karenina, de Tolstoi; la necesidad o no del castigo, según el propio criminal, en Dostoievski; el anhelo por la justicia, en Los justos, de Camus y los excesos del pacta sunt servanda, en El mercader de Venecia, de Shakespeare. Y hay artículos de autores que participan de los proyectos de investigación del Centro de Derecho y Literatura, como Facundo M. Abboud, María Cecilia Barnech Cuervo, Matías Messore, Leandro Morfú y Valentina Trigona. Sus temas son la verdad y el proceso en dos cuentos de Las mil y una noches; la honra y la justicia en Peribáñez y el comendador de Ocaña, de Lope de Vega; una forma de justicia en “Avelino Arredondo”, de Borges, que cuenta la historia de un magnicida; la felicidad y la justicia, en Un mundo feliz, de Aldous Huxley; lo justo en la ciudad, en Hugo Wast, y la justicia prometeica, en Frankestein de Mary Shelley.
Los directores del libro escribieron un artículo de explicación y justificación teórico-práctica de la escuela y dos artículos sobre Sófocles: uno sobre la cuestión de la justicia en Edipo rey y otro sobre el fundamento del orden jurídico en Antígona.
“La literatura clásica, cuando habla de cuestiones jurídicas, desde la era antigua hasta este siglo, casi siempre habla de límites -afirma Lamas-. Concretamente, de los contornos de la ley y del obrar justo; de los bordes que no se pueden traspasar. Por ejemplo, en el capítulo noveno, Dostoiesky y Federik nos hacen entrar en el alma de Raskólnikov, en Crimen y castigo. Él comete un delito que cree, inicialmente, justo. Con el correr del lento y tormentoso tiempo, experimenta la certeza de haberse equivocado, de haber traspasado el límite. El lector vive con él la sensación de muerte en vida. Otro caso que puede servir para ilustrar fácilmente es el de Kaliayev, en Los justos, de Camus. Un atentado terrorista que vive como necesario y retributivo ante la injusticia de un régimen que se presenta como tirano lo confunde y lo perturba, ante su sorpresa y la de su grupo. La justicia se yergue, nuevamente, ante el lector, con límites precisos que si se traspasan generan confusión, caos y muerte”.
“Excepto en las universidades que tienen la materia de Derecho y Literatura, la promoción de la literatura suele depender de la tradición de la universidad y de la formación de los profesores -admite Lamas-. En la Facultad de Derecho de la UCA, desde sus inicios, se facilita y estimula la lectura en las diferentes cátedras. Nuestra idea es dar un paso más. Bajo la forma de aula socrática, es decir, en semicírculos, con lectura conjunta y experiencias guiadas, intentamos vivir con los alumnos las letras clásicas. No las interpretamos. Ellas son las que nos hablan de leyes no escritas que se publican con sangre. Ellas son las que dibujan los contornos de una justicia celosa, lista para enfurecerse al ser traspasada”.
Las páginas de Derecho y literatura quieren ser “una especie de aula socrática con los lectores que estén listos para esa sangre y esa furia”, concluye Lamas.