El gobernador de la provincia de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, destacó el operativo que logró la detención de uno de los narcos más peligros que estaban en la ciudad de Rosario y reconoció la laboral de la policía provincial.
A través de sus redes sociales, el mandatario santafesino señaló: «Este es resultado del trabajo serio y coordinado de las fuerzas especiales de inteligencia criminal de la Policía de Santa Fe. En la Invencible no hay lugar para la impunidad“.
«Vamos a seguir yendo a fondo contra el narcotráfico y el delito para que los santafesinos vivan en paz“, añadió.
Este lunes, los efectivos de la Policía de Santa Fe detuvieron al presunto jefe narco Mauricio Javier A. (30), también conocido en un sector de la zona oeste de Rosario como “Mauri”. Se logró después de un hermético operativo llevado a cabo en la ciudad de Roldán entre el Ministerio Público Fiscal, la Procunar y fuerzas de seguridad provincial.
En el contexto del crimen organizado en Rosario, Mauricio A. comenzó con modestos pasos vendiendo drogas al menudeo. Sin embargo, su audaz avance lo llevó a estrechar lazos con la banda conocida como “Los Menores”, vinculada a crímenes de alto perfil, incluyendo el asesinato de líderes de la barra brava del club Rosario Central como Andrés “Pillín” Bracamonte y Daniel Raúl “Rana” Attardo. Estas acciones captaron la atención de la opinión pública y las autoridades, convirtiéndolo en un blanco prioritario.
Una serie de operaciones lideradas por la Central de Inteligencia y Operaciones Especiales de Santa Fe y la Tropa de Operaciones Especiales concluyó con la captura del jefe narco. Las acciones, ejecutadas bajo el amparo de los fiscales federales de Rosario y con el respaldo del juez de Garantías, Carlos Vera Barros, reflejan una minuciosa planificación y ejecución que, a pesar de la complejidad, culminaron con su detención en su nueva residencia en Roldán.
La vida en constante movimiento era su refugio. Mauricio A., consciente del cerco que se estrechaba a su alrededor, abandonó su territorio habitual cerca del Centro Municipal de Distrito Oeste para evitar la captura, extendiendo sus movimientos por todo el país. Sin embargo, fue aprehendido sin resistencia, rodeado de familiares, en una casa de dos pisos.
El eco de sus actividades no se limita a las calles y barrios de Rosario. En febrero del año pasado, su nombre emergió durante una audiencia imputativa en la Justicia provincial. Un caso plagado de controversia involucró a policías corruptos, destacando nuevamente las entrañas del sistema que facilitan las redes del narcotráfico. En dicha audiencia, bajo el cargo del fiscal Franco Carbone, se reveló que cinco policías llevaron a cabo una detención ilegal, bajo supuestas órdenes de Mauricio A., para desestabilizar a la familia Tripi, otra organización inmersa en el tráfico de drogas.
Los policías, bajo acusación, plantaron evidencias incriminatorias y mensajes intimidatorios destinados a autoridades de alto rango como el gobernador Maximiliano Pullaro. Esta acción no solo incriminó a inocentes, sino que sirvió para desmantelar parcialmente el dominio de los Tripi en el orden local, gracias a la manipulación y el soborno. Mauricio A., según las acusaciones, habría ofrecido una suma cuantiosa para orquestar esta maniobra.
A pesar del operativo, la búsqueda anterior de Mauricio A. reveló el entramado cultural subyacente que involucra prácticas religiosas. Un intento fallido de captura en marzo presenció un ritual umbanda, que involucra prácticas de sacrificio animal, evidenciando la diversidad de contextos en los que los delincuentes pueden ocultarse o buscar protección espiritual.
La captura de Mauricio A. es solo un eslabón en la extensa cadena delictiva que asola la región de Rosario. A lo largo de los años, el juego de poder entre clanes y el uso de influencias dentro de fuerzas policiales han complicado la labor de las autoridades en su lucha contra el crimen organizado. Este caso sirve como un ejemplo más de los desafíos que enfrentan quienes buscan la justicia en un ambiente donde el poder del dinero y la corrupción intentan dictar las reglas del juego