Una victoria tan sorpresiva como contundente

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Una victoria tan sorpresiva como contundente (EFE)

En un escenario de brusca caída de la participación electoral, con más de 10 millones de argentinos que no fueron a votar, y contra todos los pronósticos, encuestas y expectativas de los propios actores en disputa, el resultado de las elecciones de este domingo da cuentas de una tan sorpresiva como categórica victoria del oficialismo.

Cuando todo parecía indicar que no habría ganadores ni perdedores nítidos, por lo que inevitablemente habría una disputa entre las diversas fuerzas contendientes por el sentido de la narrativa dominante en torno a la interpretación del mensaje de las urnas, el resultado sorprendió tanto al propio oficialismo como a la oposición.

Un Milei que había abandonado el pronóstico de “arrasar” en las urnas y se había autoimpuesto la meta más modesta de blindar un tercio propio en la Cámara de Diputados que le permitiría contrarrestar las ofensivas opositoras, acabó viendo finalmente lo que parecía poco probable a la luz de los pronósticos y expectativas sombrías que se avizoraban desde la debacle electoral de septiembre en la provincia de Buenos Aires, los nuevos escándalos de presunta corrupción y, sobre todo, las nuevas turbulencias en los mercados: un mapa “pintado de violeta”.

Un resultado a todas luces sorprendente no solo porque el Gobierno encaraba estas elecciones muy debilitado por la confluencia entre una severa crisis política y una profunda crisis económica, sino porque es sabido que las elecciones de medio término han sido un difícil obstáculo para los oficialismos: en tres de las últimas cuatro elecciones (2009, 2013 y 2021) perdió el oficialismo del momento, lo que en un contexto como el actual torna aún más relevante el resultado para los libertarios.

Un Gobierno que imaginaba un escenario de paridad a nivel nacional con el peronismo, y que parecía aspirar a estar cerca de un presunto techo que estimaba en torno a los 35 puntos, no solo superó el total agregado de votos a nivel nacional de 40 puntos, con una diferencia de casi 10 puntos sobre el peronismo, sino que se alzó con la victoria en distritos clave. De un escenario en el que los propios libertarios proyectaban un triunfo en apenas 5 provincias (Mendoza, CABA, Salta, Tierra del Fuego y Entre Ríos), pasó a imponerse en 16 de los 24 distritos, con resonantes victorias por amplio margen en Córdoba y Santa Fe, y un ajustado aunque sorprendente triunfo Buenos Aires, donde hace apenas 50 días había sido derrotado por 14 puntos en las elecciones provinciales.

Patricia Bullrich y Diego Santilli en el búnker de La Libertad Avanza (REUTERS)

A manera de hipótesis preliminares el oficialismo pareciera, en primer lugar, haberse visto favorecido por al ausentismo, entre los que presumiblemente habría amplios sectores desencantados, frustrados o hastiados por la asfixiante situación económica pero que, o bien no encuentran otras expresiones políticas para expresar ese descontento, o bien no están convencidos de castigar explícitamente al presidente.

En segundo lugar, LLA pareciera haber logrado fidelizar un voto duro que le había sido esquivo en las elecciones bonaerenses, y que se habría activado no solo ante la agitación del miedo al pasado sino también ante la perspectiva de que un resultado negativo dejara al gobierno en una situación de extrema debilidad.

En tercer lugar, en el contexto de una campaña fuertemente polarizada y marcadamente negativa, donde las dos principales fuerzas en pugna apelaron al miedo, pareció primar el temor al pasado que a un Gobierno al que todavía parece concedérsele algún crédito de cara al futuro.

Por último, en una enumeración de variables que no pretende ser exhaustiva, se destaca también la funcionalidad de la estrategia polarizadora que, sobre todo en distritos que fueron clave como Córdoba y Santa Fe, le permitió a LLA evitar la fuga hacia Provincias Unidas y concentrar el voto antikirchnerista (o directamente, antiperonista).

Lo cierto es que más allá de estas interpretaciones, y de una performance electoral tan contundente como inesperada a la luz del calvario de los últimos meses, la expectativa se desplazará a lo que ocurra en los próximos días y, en particular, a la reacción presidencial ante los resultados. Es sabido que en Washington y Wall Street le han pedido a Milei que avance en la construcción de los consensos necesarios no solo para garantizar gobernabilidad, sino para avanzar en reformas estructurales. Asimismo, que aun con este resultado que le permite superar holgadamente el tercio para blindarse en diputados, el oficialismo nacional estará lejos de asegurarse la capacidad de iniciativa propia ni en Diputados ni mucho menos en el Senado.

Frente a ello, un gran interrogante se impone: ¿Milei seguirá la recomendación de su “amigo americano” respecto a la necesidad de ampliar el espacio o se envalentonará con un resultado leído en términos plebiscitarios? Y, adicionalmente, ¿los cambios y reacomodamientos que el propio Gobierno viene anunciando públicamente e insinuando en privado serán significativos e implicarán una nueva dinámica en la toma de decisiones, o serán más bien cosméticos y primará la inercia? ¿Macri será a partir de hoy tan necesario como parecía la semana pasada? Todas incógnitas que habrán de ir revelándose a partir de esta noche.

Así las cosas, aunque el mapa estuvo bastante cerca de pintarse de violeta como imaginaba Milei y el Gobierno sorteó un obstáculo que hasta hace muy poco parecía imposible, ahora habrá que ver si el Presidente aprovechará esta sorpresiva e inédita nueva oportunidad para construir gobernabilidad, ocuparse más de los temas urgentes que de pretendidas batallas culturales, y de avanzar en los acuerdos básicos necesarios para reactivar la economía y llevar alivio a los cada vez más argentinos que pese a tener trabajo o cobrar una jubilación no llegan a fin de mes.

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